domingo, 6 de junio de 2010

Lo que somos y seremos



Como consecuencia del esfuerzo, la dedicación y el aprendizaje de años, logré montar una obra. Ésta fue muy bien recibida por el público y mucha gente se acercó a felicitarnos. Mi papel, era un trabajo que trate de imprimirle una precisión muy puntillosa.
Esa precisión fue vista por alguien más, que me invito a ver una obra de su dirección.
Conocía la obra solo de nombre, atractivo por cierto, y a un actor. Nada más.
El director, me comentó del proyecto, me acercó el guión y me ofreció ser parte de ella, sin siquiera verla.
En mi casa, tranquilo, la leí. Una. Dos. Varias veces. Quedé encantado. Por su temática, por sus porqués, por su visión. Pero faltaba algo muy importante, la puesta.
Realmente no sabia con lo que me iba a encontrar. Fui solo. Asegurándome de mirar cada detalle, cada esquina de su creación. Casi como un crítico despiadado.
Terminó la obra, agaché mi cabeza y salí sin conversar con nadie. Llegué a la calle y respiré profundo intentando recobrar el aliento e intente tranquilizarme. “Acabas de salir de una obra de teatro. Esto no fue real. No fue real”. Me dije para mis adentros.
Mis piernas, no escucharon lo anterior y seguían macizas. Miré las caras de los espectadores que salían y no encontré otra cosa que fascinación. Esa pequeña sonrisa, acompañada de la mordida del labio inferior, que se marca en nuestras caras cuando algo nos dejó sin palabras. Puede considerarse la potenciación de algo pequeño pero aquel que conozca a este escritor sabrá de su sinceridad y honestidad.
Me crucé con el director. Lo miré. Mis cejas estaban casi colgadas de mi flequillo. Lo felicité y claramente fue un si. Acepto.
El tiempo pasó y los ensayos comenzaron. Va a ser reestrenada cerca de Julio de 2010.
Mi experiencia me gritó y había algo que quería saber antes de exponerse a su cien por ciento. Las ganas. No mías. Del grupo. Esas ganas. Ese bichito que lo pica a uno y lo convierte en un espartano que luchará hasta la muerte, aun sabiéndose en incalculable desventaja.
Hubo cierto recambio de aire en la obra, pero eso no aseguraba esa fortaleza. Con el tiempo esas ganas se hicieron, y se hacen presentes cada vez más; lo que junto con el profesionalismo de sus integrantes, el buen material y el gran apoyo con el que contamos, nos convertirán sin duda, en una obra que no pasará desapercibida.
Aquel que tenga la suerte de ocupar una butaca, dirá: Yo ví “Los errores de Noe”. Me partió la cabeza. Te la recomiendo.

Por Ariel Nuñez Di Croce (Mario Villegas)